miércoles, 8 de septiembre de 2010

Tierra, madre...ABUELA


Los huesos huelen a tierra, los huesos huelen a la tierra en la que se fraguó el alma de las personas, su aliento, la luz de sus ojos al alzar la vista al azul del cielo bajo el que se nace.

El aire que llena tus pulmones en el primer resuello de vida es el que expiras en tu último soplo vital… esa brisa se alberga dentro de tu alma, elevándola en su viaje cada vez que con añoranza vuelves en sueños a la tierra que te vio nacer.

Yo nací prácticamente en tus brazos… de ti me hice, de tu alma me alimenté y con la descripción del azul de tu lejano y añorado lugar, la luz de tus ojos que se va perdiendo vivirá toda mi vida conmigo, tranquila que no se irá contigo al olvido, sino que prometo cuidar de todo aquello que a través de mis ojos verás desde lejos, cuidaré de no manchar el azul con el que me meciste en tus brazos.
Cuando llegue el momento, sabrás no olvidar jamás estas palabras:
Donde las voces olvidadas gritan,
donde el leve rumor de tu voz al son de aquella nana aún resuena,
donde las melodías de las cajitas de música duermen
entre los suspiros
de aquellas condenadas a la vida de la desdichada realidad…
a pocos milímetros sobre la línea difusa entre asfalto y leve aleteo de una mariposa…
te sonreirá por siempre mi alma.

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